Lo que no pude pronunciar
No te vas. A quienes te queremos y no supimos cuidarte nos has encendido, nos has motivado, nos has despertado de nuestras tonterías, para hacernos ver lo míseros que podemos ser si no cuidamos lo que decimos querer.
Porque así lo has decidido, así ha de ser. Ahora tu vida ya no es más, pero sigue viva en nuestros sentimientos, y por lo que has sido y quedó por hacer, continuaremos para mejorar como personas, como seres humanos, para que tus años por nuestras vidas no queden en vano.
No te llevas nada y nos dejas todo; hasta los silencios en los que guardabas tus más hondas inquietudes y te hicieron partir así, sin previo aviso, con los brazos caídos del cansancio. Ahora, entre palabras y lágrimas, cuando es tarde para hacerte saber todo lo que representabas en nuestras vidas, es el momento de tenerte bien profundo en el corazón y que desde donde quieras que estés, puedas volver a sonreír porque sigues presente en cada uno de los días, las semanas y los años que restan, hasta que nos volvamos a ver.
Habrá una silla vacía la próxima vez que nos juntemos, que nadie ocupará porque todos sabrán de quien es. Descansa, descansa mucho chiquita, que ahora nos toca trabajar a nosotros para que puedas volver y limpiar nuestras conciencias. Lamento no besar tu mejilla por última vez y quedarme un instante más, pero te tengo donde se que te hace ilusión estar. Por eso no te vas, por eso sigues estando.
Gabriel Darío Szebun
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